Consideraba la existencia como un don y la vivió en donación plena de sí mismo a Dios. Nadie es capaz de retornar a Dios todo lo que de Él recibe. Cuida y protege y, por eso,
“Si su Providencia se retirase de nosotros ¿qué haríamos? Pero Él cuida de perfeccionar los esfuerzos. No mide el éxito, sino los trabajos. Su gracia, al perfeccionarlos, compensa, con su alegría, los sufrimientos y las privaciones. Con esa certeza, pase lo que pase, una buena “hermanita”, una petite sœur, debe decir: “Bendito sea Dios por todos los tiempos”. (P. O. 1857)
Las necesidades de los otros le servían de guía, incluso en decisiones personales y muy queridas para Él.