Las Hermanas del Ángel de la Guarda tienen por fin trabajar en su propia santificación por la práctica de los consejos evangélicos y en la santificación del prójimo por la educación de la niñez y la visita a los enfermos.
La empresa es grande; porque no es un templo lo que vamos a preparar al Señor; vamos a formar hijos de Dios.
Nuestra mansedumbre debe ser tan grande que no quepa ni un ligero soplo que pueda apagar la mecha todavía humeante. No debemos perderla nunca, a fin de asegurar el triunfo de la justicia que estamos encargados de anunciar.
La hermanas no tenían otra identidad que ser servidoras de los pobres.
La santidad consiste en vivir para Dios solo y morir a todo lo demás.
Padre Luis Antonio Ormières