Vivimos en una aldea global en donde, a diferencia de otros tiempos, personas de varias culturas viven en estrecho contacto compartiendo la riqueza de cada cultura. Es un momento oportuno para crear una cultura congregacional que vaya más allá de la simple tolerancia de las diferencias culturales y nos impulse a celebrar nuestro carisma y misión al servicio de la vida. Es un compromiso ilusionante.
Interculturalidad es seguir la dinámica de la historia que lleva a las culturas a relacionarse entre sí, reconociéndose, respetándose y enriqueciéndose mutuamente. Es hacer de la dinámica cultural una mediación de mutuo crecimiento, acogiendo el proceso humano, toda la riqueza y experiencia de Dios. La realidad Intercultural e Intergeneracional está presente, en primera instancia, dentro de nuestra misma Comunidad-Noviciado.
"La uniformidad no es católica, no es cristiana, es diversa y es una… Es reconocer y aceptar con alegría los diferentes dones que el Espíritu Santo da a cada uno y ponerlos al servicio de todos... La unidad es saber escuchar, aceptar las diferencias, tener la libertad de pensar de otra manera y de manifestarlo con todo respeto por el otro que es mi hermano". Palabras del Papa Francisco a la Comunidad Internacional Católica Carismática.
“Sal de tu Tierra. Descálzate, porque la tierra que pisas es sagrada” Ex 3,5. Cuando, humildemente entramos en contacto con cada hermana, descubrimos la riqueza de su experiencia de vida, en la que, desde nuestra fe, confiamos que está habitada por Dios.
Vamos a compartimos, algunos puntos que ponen palabras al momento que vivimos como comunidad del Noviciado:
• Experiencia de Dios como Padre-Madre de todos y todas. Convencernos de que en el corazón de Dios cabemos todos y todas; lo experimentamos al compartir nuestra vida, lo que somos y tenemos; nuestros deseos, nuestras inquietudes, preguntas, sueños, dones. En ese descubrirnos convocadas con Jesús como referente, nos anima a descubrir en nuestra humanidad, la riqueza que Dios regala a cada una.
• Perspectivas más amplias sobre el momento puntual que vivimos (A nivel social, eclesial, de vida consagrada, congregacional y comunitario)
• El crecimiento personal. Compartir la vida comunitaria lleva luz a las propias y cuestionables creencias y prejuicios, que ayuda a ver las limitaciones y la riqueza de cada una.
• La efectividad apostólica. Una comunidad intercultural posibilita recursos que abren al encuentro con cada persona, con más referencias para atender las necesidades pastorales.
• Interpretar nuestro carácter misionero de una forma nueva. El hecho de presentarnos ante la otra como hermana, ser humano igualitario, en camino de crecimiento da un nuevo sentido al carácter de “enviado” que anuncia la experiencia del seguimiento de Jesús.
• Acoger, reconocer y relacionarnos con la otra persona con lo que es. Llegamos a un punto en que la cultura no se sitúa como punto de referencia, sino cada una con nuestra historia. Nos situamos con una identidad más amplia que nos vincula a más personas. Cultivar las diferencias y profundizar en la comunión.
Como todo proceso humano y experiencia nueva, que confiamos es del Espíritu, nos planteamos caminos de crecimiento.
Belkis Méndez, Fernanda Díaz, Angie Matallana y Ana Corea.
Novicias- Madrid