En nuestro mundo emergen nuevas formas de pobrezas y colectivos empobrecidos, que presentan desafíos y nos llevan a reformular las prioridades de nuestra acción pastoral, para discernir la respuesta a sus clamores según sus posibilidades y contextos.
El Espíritu de Jesús nos envía a:
ser cauce de la ternura y misericordia de Dios,
atender a los más vulnerables y desfavorecidos,
ubicarnos en lugares sencillos,
compartir nuestra vocación y carisma con la Comunidad Cristiana.
Dada la degradación del Planeta por el excesivo consumo de los recursos naturales y energéticos, nos comprometernos con el cuidado y la sostenibilidad de la Tierra de una manera activa, que conlleva:
tomar conciencia del uso racional de los recursos,
austeridad solidaria y reducción del consumo que contribuye a una mayor equidad en el reparto de los bienes,
una mística que cultiva la admiración, el agradecimiento y la comunión para vivir en armonía con toda la Creación.
Deseamos dar preferencia a los pobres en nuestra acción pastoral, especialmente
personas ancianas y enfermas
jóvenes pandilleros, víctimas de la violencia
niños de la calle: en comedores y educación
emigrantes y desplazados
trabajo con la mujer
en los diferentes contextos donde estamos las Hermanas, discernir aquellos grupos más vulnerables que reclaman nuestro compromiso colaborando con otras instituciones y redes sociales de carácter civil, intercongregacional e interreligioso.
Aunar esfuerzos en la defensa de la vida y la promoción de los Derechos Humanos